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Beber un vino por los ojos
La primera impresión de un vino comienza como el amor, por los ojos
El espectro cromático del vino es amplio y extenso. El abanico de colores comienza en el amarillo acuoso y finaliza en el oscuro azabache de un viejo Pedro Ximénez, pasando por brillantes dorados, por grises rosados, por cálidos caobas, por vivos tonos cereza, por el rubí y el ámbar. La lista de matices puede hacerse interminable.
Quede claro que el color de los vinos es totalmente natural pero que las condiciones externas influyen, y mucho, en su tonalidad. De ahí que los blancos aumenten de color, después de un tiempo de exposición al aire, a la luz y al calor. Su color vira y oscurece por oxidación de las materias colorantes (taninos, antocianos, compuestos fenólicos, polifenoloxidasas, hierro, flavonas, etc.) propias del vino y procedentes de la uva.
Resumiendo, viene a suceder lo mismo que cuando se deja una manzana partida a la intemperie: el blanco color de la pulpa adquiere, lentamente, tonos marrones al contacto con el aire.
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Resumiendo, viene a suceder lo mismo que cuando se deja una manzana partida a la intemperie: el blanco color de la pulpa adquiere, lentamente, tonos marrones al contacto con el aire.
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Eso es un artículo Beber un vino por los ojos Esta vez, se espera que puedan beneficiar a todos ustedes. Bueno, nos vemos en otras publicaciones de artículos.
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